Una iniciativa que cuenta con el apoyo de la fundación Genoma
Domingo 12 de Diciembre de 2010 | Mar M. Louzao/El Progreso | Lugo
El germen de Laboratorios Cifga es la investigación contra el cáncer.
La empresa se constituyó en 2007 tras comprar a la Universidad de Santiago la patente titulada ‘Utilización terapéutica de las yesotoxinas como inhibidores del crecimiento de células tumorales humanas’.
El hallazgo de los investigadores del departamento de Farmacología Luis Botana y Amparo Alfonso sentaba las bases para desarrollar terapias antitumorales, pero suponía un largo proceso de investigación altamente costoso que la Universidad no podía sufragar. De ahí que un grupo de inversores se decidiera «a poner en valor la investigación», explica Severino Fernández, miembro de ese grupo de accionistas, que Botana sigue de cerca.
La iniciativa de Cifga despertó el interés de la fundación Genoma, entidad pública que tiene entre sus objetivos «impulsar el desarrollo tecnológico, la transferencia de conocimiento y la innovación, principalmente en el sector biotecnológico», según reza su presentación.
La fundación tiene una opción de compra sobre un porcentaje de la empresa y, según explica, «estaría interesada en estudiar la transferencia de esa opción a un socio adecuado».
En palabras de Severino Fernández, ese socio debería «dar valor añadido a la empresa y la plusvalía generada se reinvertiría en la firma».
En su breve historia, Cifga también ha obtenido otras ayudas públicas a la investigación, procedentes del Plan Sectorial de Investigación de la Xunta, el programa Torres Quevedo para la contratación de doctores y tecnólogos para I+D o el plan Neotech del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Tras la adquisición de las patentes, el equipo de investigación se centró en la obtención de la molécula por cultivo, «un proceso bastante complejo», indica Severino Fernández, que daría lugar a su segunda línea de producción, los estándares de biotoxinas.
La investigación conllevó otras fases, como la realización de pruebas a nivel celular con un panel de células cancerígenas del Instituto Nacional de Cáncer Americanas. «Se establecieron 52 líneas tumorales, varias de cáncer de mama, de pulmón y de otros tipos», indica Severino Fernández, con «resultados interesantes en todo tipo de tumores y muy pocos resistentes dentro de cada uno de ellos», apostilla.
Resultados
Esa fase arrojó resultados alentadores y se pasó ala experimentación con animales. «Se hicieron controles de toxicidad en ratones que han salido razonablemente positivos» y en la actualidad «se prueba la eficacia de la molécula en tumores inducidos en ratones». Severino Fernández se muestra cauto en la valoración de este proyecto a largo plazo porque, matiza, la investigación tiene un alto componente de riesgo y no hay garantías ciertas de que se alcance el objetivo, aunque, por otra parte, por el camino pueden surgir otras oportunidades, como ha sido el caso.
Para Severino Fernández, esta iniciativa empresarial es «una aventura». No es la primera de este tipo en Lugo -existen al menos otras dos empresas, el Instituto de Estudios Celulares y Moleculares y AMSlab-, pero es cierto que viene a sumarse a un sector en pañales en la provincia.
Sin embargo, Fernández Cascudo no se resigna y defiende la «idoneidad» de crear un parque tecnológico en la capital. Una estructura de este tipo haría posible «compartir conocimientos, gestión, contactos, infraestructura», serviría de polo de atracción de empresas y haría mucho más fácil iniciativas como esta, reconoce. Pero para crear un trampolín de este tipo «tiene que involucrarse la Administración, como sucede en Cataluña o el País Vasco», dice.
Fernández Cascudo está convencido de que Lugo tiene todas las condiciones precisas para que germine un sector basado en la I+D+i. «Lo tenemos todo, capital humano cualificado, un campus con capacidad investigadora, costes bajos y una ciudad amable y cómoda, que es lo que buscan muchos investigadores», resume. Está convencido de que continuamente «se pierden oportunidades» por carecer de estos cimientos.
Como todo inversor, espera que su apuesta fructifique, pero asegura que lo daría por bien empleada si a la sombra de esta iniciativa proliferan otras de naturaleza similar y se abren nuevas perspectivas de crecimiento a través de la investigación. «Sería estupendo que el doctor (Joaquín) Mendonça, por ejemplo, pudiera realizar aquí su proyecto con células madre, ¿por qué no?», se pregunta.
Reconoce que el camino no es fácil. «Si las empresas normales tienen problemas para establecerse, ésta mucho más», admite. Pero alguien ha de dar el primer paso.